domingo, 11 de marzo de 2012

"Borrar" pero no precisamente de tu mente.

Eso que dicen de que hay momentos en la vida en los cuales hay personas que entran en tu vida, otras que se quedan, otras que permanecen por un rato y otras que sin embargo se van o que se tienen que ir por nuestro bien, llega un momento en el que te preguntas, ¿si ahora te tienes que ir, porque llegaste?

Hay personas que aparecen en tu vida de forma inesperada, pero aparecen y surgen de la nada. Están durante un tiempo hasta que ocurre algo que hace que hasta su simple nombre, su presencia o cualquier cosa relacionada con ella te haga tanto daño que te acabe quitando la vida, en la cuál apareció sin ni siquiera pedir permiso, a la cuál la dió mil vueltas volviéndola plena y a la cuál de un día para otro la apagó la luz y la volvió triste e insustancial, y todo esto sin que tu misma te des cuenta de que en tan poco tiempo tu vida no volvería a ser la misma.

De un día para otro, tras meses de plantearte la misma duda cada mañana mientras miras el colacao de tu desayuno, el amanecer por la ventana de ese autobús rutinario, en el verde de tu mesa de clase o incluso en cualquier gesto o actitud que te transporta a aquel momento que ya viviste con esa persona, decides por fin tomar esa decisión que tantas dudas te produce, y lo haces mientas te tiemblan hasta la ínfima parte de tu cuerpo. Y te encuentras ante un abismo, ante miedos, ante incertidumbre, ante el peligro de perder... Decides poner las cartas sobre la mesa y hablar claro, como siempre lo hice, y ante esto obligarte a tí misma a estar preparada ante algo que nunca quisiste que pasara, y empujarte a oir las palabras más duras que nunca pensaste que llegarían, y por consiguiente, sentir como te parten el alma esas palabras, como tus lágrimas caen desconsoladamente.

En definitiva, ver como se va ese alguien al que decirle "te quiero" es poco, demasiado poco, ver como tienes que alejarle de tu vida aunque no quieras. Después "borrar" pero no precisamente de tu mente, algo imposible, como esas palabras de apoyo venidas de una gran antigua amistad. Y entonces que te ataque salvajemente la tristeza, la impotencia y la desilusión.

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